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COSMOPOLIS




CATALOGO COSMOPOLIS  ver ︎ ︎
“En nuestra visión actual, las ciudades constituyen una creación humana diametralmente opuesta a la idea de espiritualidad. La mayoría de las grandes urbes actuales resultan frías, deshumanizadas, estresantes y bulliciosas… Pero no siempre fue así. En la antigüedad, pueblos de todo el planeta establecieron sus asentamientos siguiendo una serie de rituales mágico-religiosos que convertían a las nuevas urbes en auténticas ciudades sagradas. “

El proyecto COSMOPOLIS sitúa esta reflexión sobre el sistema actual de construcción, cuestionando ,evidenciando y visibilizando sus métodos cada vez más alejados del objetivo primordial ,que debería ser la relación natural y espiritual del hombre con su entorno, una arquitectura holística que tiene como objetivo propiciar la armonía, la convivencia y el bienestar del ser humano recordando prácticas de construcción ancestrales que han sido olvidadas para darle prioridad a la explotación del suelo y el lucro por parte de constructoras que anteponen intereses privados por encima de la planeación y el urbanismo de la ciudad.

El título del proyecto hace referencia al término de cosmópolis o ciudad universal formado por dos palabras Cosmos (orden) y polis (ciudad) estos términos dialogan de manera antagónica con Caos (ausencia de delimitación) y son planteados por el proyecto creando un diálogo entorno a la dicotomía entre la arquitectura y el cosmos.

Carlos Carmona




Cosmopolis, el proyecto artístico de Carlos Carmona realizado con apoyo de las X Becas a la Creación Artística y Cultural de la alcaldía de Medellín en 2013, reflexiona alrededor de la relación entre la ciudad, vista como tensión entre orden y caos, y el cosmos. Esta relación simbiótica entre cosmos y espacios urbanos tiene una larga presencia en nuestra historia. Los astros han regido pensamientos y han sido objeto de estudio por siglos, orientado religiones y culturas hasta el punto de condicionar comportamientos y determinar los trazados urbanos de las primeras ciudades.
Desde los primeros campamentos del periodo comprendido entre el Mustriense y el Castelperroniense (50.000 -30.000 A.C.), como las habitaciones encontradas en Molodovo y la gruta del Reno en Arcy-sur-Core (Francia), la humanización del espacio siempre ha significado abstraer del caos exterior un segmento de orden, anclar y delimitar un territorio, lo cual se hacía marcando un perímetro con desechos y huesos, tras lo cual el interior de dicho perímetro se consideraba un espacio habitable. Luego, la construcción del espacio irradiante por las comunidades sedentarias devinieron en el nacimiento de las ciudades antiguas, de sociedades agrícolas, en las cuales ya no era suficiente delimitar un territorio para habitarlo, ahora era necesario conectar la ciudad con el cosmos, hacer de la ciudad un reflejo del universo circundante, el centro del mundo. Los lineamientos urbanos de construcción para las ciudades antiguas desde Egipto, China, Mesoamérica y Europa, estaban condicionados por el paso de los astros sobre estos lugares y reflejaban las visiones cosmogónicas de estas culturas.

El mundo romano no fue la excepción. La ciudad romana era todo, no solo un espacio para habitar, era la vida misma, era la historia del imperio. Roma contaba su propia historia; hablaban las columnas talladas y los trofeos de guerra traídos de las ciudades conquistadas. Los emperadores mostraban su capacidad gubernamental a través de la ciudad. Todo buen emperador debía ser un buen constructor; sus acciones podrían olvidarse fácilmente pero sus obras civiles serian el mejor de los recuerdos. Incluso, el mito fundacional de Roma demuestra la importancia de la ciudad en su cultura: Rómulo mató a Remo por violar el Pomerium durante el proceso de fundación de la ciudad. Y es que tal vez para ninguna otra cultura o civilización fue tan importante el rito para la fundación de ciudades. Roma y cualquier otra ciudad fundada después de ella debía seguir un estricto ritual que debía preceder cualquier construcción. Era de tal trascendencia el proceso de fundación que, hasta los campamentos de avanzada de las legiones romanas en tiempos de conquista, debían seguir este ritual para ser establecidos.

Este ritual consistía, como lo describe Richard Sennett en Carne y Piedra, en establecer un punto central en el lugar de la fundación llamado umbilicus, el centro de la ciudad asimilado como el centro del cuerpo humano, – lo que nos recuerda la naturaleza corporal de la arquitectura vitrubiana-. El umbilicus era hallado por los planificadores mediante el estudio del cielo. El paso del sol dividía el cielo en dos partes, mientras el paso de las estrellas nocturnas marcaban ángulos rectos que terminaban por segmentarlo y su reflejo en la tierra, en cuatro partes simétricas. Al conocer el centro se podía definir la extensión y el límite de la ciudad lo cual consistía en demarcar un surco en el suelo llamado pomerium. Tito Livio decía que violar el pomerium era el equivalente a deformar el cuerpo humano. Luego de tener un centro y un límite los planificadores procedían a trazar dos calles en los ángulos rectos que atravesaban el umbilicus y, estas calles recibían el nombre de cardo maximus y decumanus maximus, y creaban un espacio divido en cuatro cuadrantes simétricos, que luego eran divididos cada uno, a su vez, en otros cuatro cuadrantes hasta obtener las divisiones deseadas. El umbilicus, no era simplemente el centro de la ciudad. Este tenía un fuerte valor religioso siendo el punto neurálgico del ritual de fundación, ya que en él se cavaba una cámara subterránea llamada mundus la cual se llenaba con ofrendas, animales y frutas para complacer y armonizar las relaciones con los dioses del inframundo; luego se cubría el mundus con una piedra cuadrada sobre la cual se encendía un fuego con el que se adoraba a los dioses terrenales. De esta manera fundar una ciudad no era simplemente el acto de construir las primeras calles y edificios en un determinado espacio, la fundación consistía en armonizar el cosmos y la tierra, además del inframundo y el mundo terrestre con el cielo y el universo.

Las conexiones entre los astros y las ciudades han sido recurrentes a lo largo de la historia, sin embargo la ciudad contemporánea ha dejado der ser reflejo del cosmos, su devenir se ha vuelto más terrenal, la ciudad responde así misma, a otras lógicas muy diferentes a aquellas que regían las ciudades antiguas. La pugna entre orden y caos se ha puesto al frente de la mutación urbana actual. El sol aún rodea todas las ciudades y las convierte ilusoriamente en centro de su propio universo; los ciclos lunares continúan transitando sobre ruinas y construcciones emergentes; pero la ciudad parece haber tomado otro ritmo, uno vertiginoso e impredecible. Es sobre estas armonías y disonancias entre el cosmos y la ciudad contemporánea, que reflexiona Cosmopolis de Carlos Carmona, una serie de 10 obras que expresan nuevas interpretaciones plásticas y visuales en las formas actuales de percibir el paisaje.

La conjunción entre diferentes técnicas y materiales, en cada una de las obras de esta serie, genera diferentes niveles de apreciación e interpretación, una suerte de palimpsestos plásticos que permiten distintas lecturas y miradas que se potencializan con la presencia inquietante y próximidad de las formas arquitectónicas en espacios desolados y nebulosos, estructuras solitarias bajo las influencias celestes, texturas y relieves que revelan materiales propios de la construcción que refuerzan la intensión estética y conceptual de la obra incitando al espectador a explorar estos espacios. El uso de serigrafía, acrílico y de elementos propios de la fotografía, como papel fotográfico y químicos, que comparten lugar con cemento, resina y tierra, sugieren un interesante diálogo entre lo visual y lo material, un doble juego que lleva a la textura, una sensación táctil, al plano de la sensación óptica, con lo cual se logra incrementar la experiencia del espectador frente a la obra, generando a su vez una atmósfera de melancolía y destrucción.

En determinado momento al ver cuidadosamente algunas obras de esta serie, podemos sentirnos atraídos a pensar en las ilustraciones de las enciclopedias medievales de astrología y geografía, en las cuales podemos apreciar representaciones de sistemas planetarios, ciclos lunares, movimientos solares y demás. Usualmente estas representaciones se realizaban dentro de un marco rectangular vertical donde las imágenes del cosmos se encontraban mayoritariamente en la parte superior, mientras en la parte inferior se representaba algún territorio geográfico o ciudad. Una pertinente referencia actualizada, con la cual el artista establece un diálogo con un paisaje urbano contemporáneo mientras utiliza genialmente la composición rectangular con la cual se acentúa esta conexión; un antagonismo visual entre las imágenes del cosmos, realizando claramente una referencia al orden, y el paisaje de estructuras genéricas de una arquitectura en ruinas como una expresión del caos.

Pedro Jaramillo.
* Historiador, Magister en Estética. Investigador y docente universitario. Actualmente se desempeña como Coordinador de Investigación Curatorial en el Museo de Antioquia.